Un mate y un beso, así me despierta,
me da su buen día con voz celestial.
Después me acompaña, mimosa, a la puerta
sonríen sus ojos mientras dice chau.
Sus labios no saben jamás de reproches
yo estoy, para ella, siempre en la niñez
todo me perdona, hasta aquella noche
que por ciertas cosas, yo me emborraché.
Viejecita de mi vida,
tu querer es dulce nido,
allí no hay pena ni olvido
todo es, ternura y amor.
Si Dios me dejó, por suerte,
tu querer es como un sol
que nunca tu corazón
quiera apagarlo la muerte.
Este tango, vieja mía,
este tango es para vos.
Un mate y un beso recibo a la vuelta,
prepara la cena con una canción.
La ropa limpita sobre mi catrera,
cepillado el saco luciendo una flor.
Por noble y por buena, por santa y divina,
la llevo metida en el corazón.
Mi vieja, muchachos, y todas las viejas,
son todas iguales... ¡un cacho de Dios!
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